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Ser un pelota es instinto de supervivencia

  • Ionut Tutuman
  • 14 may 2016
  • 2 Min. de lectura

Si tuviera que optar por un par de calificativos sobre mi carácter no necesitaría mucho tiempo para ponerlos sobre la mesa: sincero y transparente. Siempre se ha colocado la sinceridad dentro del cajón de cualidades positivas, pero hay que saberla manejar muy bien. Con cautela. Con pericia. Como si de un cuchillo se tratara. Puede servir para sacar provecho si se usa con eficacia, pero se debe manejar con mucho cuidado para no lastimarse. Puede hacer daño a terceros, por supuesto, pero sobre todo centrémonos en la herida que puede causar a uno mismo.


En la fábula La berenjena, el sultán de Persia cata por primera vez una berenjena. Al principio le gusta su sabor, es muy “rica”, pero al cabo de un rato cambia de parecer y la tilda de “porquería”. El cortesano, como no podía ser menos, baila al son de su rey: primero ensalza la berenjena, para después sacar a relucir lo peor de la planta. La idea que se me viene a la mente es que estamos ante un adulador empedernido. No sabemos qué sucede más adelante, pero seguramente el cortesano habrá conseguido su propósito: conservar su puesto en la corte.


En el mundo empresarial ocurren situaciones muy similares. Un amigo me comentó una vez que tenía un compañero de trabajo que hacía la pelota a su jefe de una manera descarada y excesiva. Al parecer, le fue bien. Le sigue yendo bien. Evidentemente, en ocasiones depende de la personalidad del jefe. Si es narcisista, la opción más apropiada es asentir; si es una persona con la mente bien amueblada, lo mejor es tener iniciativa. Ser, en la medida de lo posible y procurando no traspasar la línea de la sabiduría ególatra y la imprudencia, un poco atrevido. Pero también podemos cortarnos con el cuchillo de la sinceridad y acabar de patitas en la calle.


Hay quienes critican la primera práctica a más no poder. Creo que son caminos totalmente válidos, siempre y cuando seamos conocedores de los obstáculos que cada uno tiene y sepamos evitarlos o usarlos a nuestro favor. ¿Por qué el expresidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, tuvo que “hacer la pelota a impresentables y atiborrarlos de anchoas” para “conseguir alguna obra o alguna carretera”? Supongo que existen personas que disfrutan siendo un títere, pero dudo mucho que fuera el caso de Revilla.


Y es que a veces no nos queda más remedio que complacer por obligación. Igual que sucede en periodismo, con los medios de comunicación bailando al compás de quien los sustenta. Soy de los que anteponen los valores ante cualquier cosa, claro que sí, pero no ante el instinto de supervivencia.

Eduardo Galeano, autor de "La berenjena"


 
 
 

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