Un problema endémico
- Brian Calvo
- 14 may 2016
- 2 Min. de lectura
La situación política, social y económica de España tiene un sinfín de características negativas y positivas (sí, algunas hay). Una de ellas se extiende por todos los ámbitos de la sociedad. Es necesario dar constancia de su existencia y lo que ello supone. Adular a nuestros superiores parece ser la mejor estrategia para conservar nuestro estatus. La fábula del sultán y la berenjena es un buen ejemplo.
Cuentan que hace mil años el sultán de Persia probó por primera vez la berenjena. Su primera impresión no podía ser mejor. -¡Qué rica!-dijo. Tras dar un par de bocados más, cambió radicalmente su opinión: -¡Qué porquería!-exclamó. El poeta de la corte, después de expresar innumerables elogios a la berenjena, realizó las mayores críticas negativas hacia la hortaliza. -Recién llevaste a la berenjena al Paraíso, y ahora la estás echando al infierno- le comentó alguien ante tal cambio de parecer. -Yo soy cortesano del sultán. No soy cortesano de la berenjena- contestó el poeta.

Eduardo Galeano es el autor de la fábula del sultán y la berenjena.
Este ejemplo se puede extraer en la actualidad en multitud de ocasiones. En el fútbol, esta circunstancia se da entre jugadores y entrenador y entre entrenador y presidente. No hay que retroceder mucho en el tiempo: el entonces entrenador del Real Madrid, Rafa Benítez, fue duramente criticado al inicio de la presente temporada por los resultados que cosechaba el equipo. Los rumores de una posible destitución eran constantes. Para tratar de mantener su puesto, el técnico elogió la gestión de Florentino Pérez y manifestó su idea de una campaña organizada en contra de él y su presidente. Poco después de que se confirmara su salida del club, dijo esto: “Es difícil entrenar cuando Florentino habla cada día con jugadores y prensa”.
La política no se libra de este hecho. En julio de 2014, el diario ABC preguntó a distintos alcaldes su opinión sobre la reforma que suponga la elección directa de los alcaldes. La mayoría de alcaldes del PP se mostraron encantados con la idea. La sensación transmitida es que poco les importa la opinión de la población. El objetivo es seguir con sus cargos.
Podría reflejar muchas más situaciones como las anteriores. En España es tradición adular a los jefes con tal de ver a final de mes el ingreso de nuestro salario en la cuenta bancaria. Muchos trabajadores toleran hechos contrarios a sus valores e ideologías con tal de mantener sus puestos. Es lícito que algunas personas permitan ciertas acciones para dar de comer a sus familias y vivir bajo un techo. Pero hay límites que no se deberían sobrepasar. Está en manos de cada uno de nosotros cambiar la tendencia o seguir con ella.
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